A estas alturas no sé si Entusiasmo y Energía me han expulsado ya de este blog por no aportar nada en los últimos meses pero, como no me ha llegado ninguna comunicación oficial, vuelvo a manifestarme.
Llevo sin escribir aquí desde el 8 de enero y, sinceramente, no pongo como disculpa la falta de inspiración (que nunca la tuve) sino que, realmente, no me apetecía. Quizás, la única cuestión que me ha pasado por la cabeza durante este tiempo es la muerte porque…. ¡vaya forma de empezar el año! En las últimas semanas no paran de llegarme noticias relacionadas con este asunto. Se trata de muertes de gente querida, de personas queridas por gente querida, muertes repentinas, muertes que están por llegar, muertes que llegaron tras años de espera y muertes que, pese a llevar años pensando que algún día llegarían, me han cogido por sorpresa. Afortunadamente ya me están empezando a llegar noticias de nacimientos y sé que en los próximos meses habrá muchos más. Así es la vida…
Pero vuelvo al tema de la muerte, porque es una realidad que, pese a mis casi 30 años, todavía no soy capaz de afrontarla con frialdad. Nacemos para morir, sí, pero, pensándolo en caliente, ¿estamos preparados para ese viaje? Siempre que surge el debate y alguien pregunta “¿Qué harías si te dijesen que en ‘x’ tiempo te vas a morir?”, todo el mundo parece tenerlo muy claro: hacer el viaje de mi vida (o de mi pre-muerte, en este caso); decirle a la gente que aprecio, que les quiero; comer todo lo que me apetezca o en los mejores restaurantes; consumir todas las drogas que pueda consumir; gastarme todo el dinero en fiestas; acostarme con todos los hombres/mujeres que pueda; pasar ese tiempo con mi familia; rezar… Parece que la respuesta “me quedaría helado/a y no sabría reaccionar” o “me volvería loco/a en ese preciso momento por un ataque de pánico”, no se contempla.
Realmente, no tengo muy claro como quiero que sea mi muerte. Sólo sé que no quiero sufrir y que no quiero morir joven, por muy deteriorada que me vea con el paso de los años. Lo de no sufrir es totalmente lógico, pero hay gente a la que le gustaría morir joven, y no porque sean unos depresivos o porque estén contra la humanidad. De todas formas es cierto que no he experimentado todavía la decrepitud y puede que cambie de opinión en el futuro. Tampoco sé si, si se diera el caso, me gustaría saber que me queda poco tiempo de vida. Por una parte sí, porque podría hacer todo aquello que siempre he deseado, sueños que, en el caso de una muerte repentina no podría cumplir. Pero… por otro lado, seguro que no podría disfrutar de ese tiempo. O muy poco me conozco, o mi reacción tendría más que ver con el miedo que con el ‘carpe diem’. De hecho, en la actualidad me gustaría ser creyente para consolarme en la idea de hay vida después de la muerte, uno de los motivos por los que sospecho que las religiones tienen tantos seguidores. ¿Qué haríais vosotros?, ¿os gustaría saberlo?, es más, ¿creéis que hay algo después de la muerte? Espero que mi próximo post sea más agradable.
jops!! mejor bodas, bautizos y comuniones si... Personalmente preferiría no saber cuanto tiempo me queda de vida, no sabría como encajarlo. Espero (y creo) que todas las personas que quiero lo sepan (saben) ;)
ResponderEliminarUn besito guapa
Posiblemente la única forma de afrontar sin miedo un momento así sea recordar, tanto lo bueno como lo malo y tomártelo como una experiencia más en la vida, aunque con una diferencia, esta es la única que no podrás contar después de vivirla.
ResponderEliminary no puedo cerrar mi comentario sin dejar una frase que escuche un día y me marcó: "¡ay!está vida me está matando"
Yo creo que la muerte ajena es insaumible pero con la propia es otro cantar. Para mí morirse es dejar de existir, sin más, una noche te acuestas y a la siguiente ya no estás. No creo que haya dolor ni tampoco felicidad, simplemente un Game Over. Cuando apagas la consola el muñequito no se queda triste y solo esperando una nueva partida. Creo que así será para mí pero confío en que para los seres que quiero -y esto que viene aohra es complatamente irracional- exista un universo paralelo; lo que te decían de pequeño del "abuelo te ve desde el cielo".
ResponderEliminarDesde que pasó lo de mi padre tengo pavor a los funerales. Me parecen una tortura china y soy incapaz de conseguir que no me afecten aún cuando voy por compromiso. Se lo comentaba a él el otro día y cuando le relataba lo cruel que me parecía escuchar las palabras de un párroco con un ser querido encerrado en una urna y muerto, frío y desaparecido para siempre´, me respondió que me quivocaba. El mío, dijo, era un error de planteamiento.
"Yo no voy a estar en esa caja,estaré brujuleando por la iglesia sin que me veáis y diciendo, ¿qué hace ese aquí? Seguro que busca algo porque nunca le gusté... Y pensado, ¡pobres hijas mías cuánto lloran por un viejo!"
Esta tontería me tranquilizó un montón. Mi padre es un crack, ya lo sabéis, pero me fascina que a los 25 años sus palabras tengan todavía el poder que tienen sobre mí.
En fin, espantemos a la muerte dejando de hablar o pensando en ella, que yo llevo un año con la espada de Damocles sobre la cabeza y ya me he cansado. A vivir, a disfrutar y a escapar de la guadaña!
Menudo rollo que he echado... esto cuenta como otro post ;-p
ResponderEliminarEnergía, no conozco a tu padre pero la verdad, tienes razón, es un crack. Y no, no cuenta como otro post... A ver qué va a ser esto, que estamos vagueando mucho últimamente.
ResponderEliminarAlegría, envidio tu convencimiento, la verdad... Y me sorprende, porque lo habitual es que la gente diga que lo quiere saber. Aunque mucho me temo que cuando llega el momento, la cosa no es tan fácil.
Tania, gran frase... je, je...
Ups, qué post... Yo directamente paso de pensar en la muerte. A veces, cuando tengo un problema o me pasa algo feo, procuro mirar para otro lado para no amargarme. Y es lo que hago con la muerte. Me da tanta miedo que intento no pensar en ello. Aunque, claro, tengo la muerte tan poco asimilada que así me pongo cuando tengo que ir a un funeral, que me dan unos bajones tremendos. No sé, igual tengo que madurar en este sentido. Ya lo pensaré otro día.
ResponderEliminarY no, a mí tampoco me gustaría saberlo si me voy a morir, me entraría tal depresión que me pasaría las horas llorando y lamentándome. Así que mejor morir en la inopia.
Qué decirte... últimamente este blog está languideciendo y va directo a la muerte.
ResponderEliminarLa idea de dejar de ser me parece aterradora. Es algo inevitable, pero espero que pase dentro de mucho, mucho tiempo, cuando hayamos podido sentirnos completas y medianamente satisfecha con lo que hemos hecho.
Nadie está preparado para afrontar la muerte, al menos cuando, en teoría, falta mucho tiempo para que llegue. Y si alguien dice estarlo es que es un inconsciente. Precisamente, para afrontar el fin de la vida terrenal, nos hemos inventado la Religión. La Religión es una forma de dar respuestas ambiguas a ciertas cuestiones de la vida -entre las que incluyo el óbito-, a las que la ciencia, por más que avanza, no consigue dar solución (en efecto, por eso tiene tantos seguidores, como tú dices). Mucha gente se conforma con hacer caso y creer a pies juntillas esas respuestas teológicas, utópicas y dificilmente creíbles; pero, si se carece de una dosis de fe verdaderamente notable -como es mi caso- de nada valen. Los que somos gente escéptica necesitamos pruebas fehacientes, empíricas, razonadas... lo mismo da, pero una evidencia de algo es primordial. Aunque, la verdad, estoy empezando a creer que si esta vida llena de problemas es lo único que hay... estamos jodidos. En fin... Bueno, pensándolo bien, jodidos vamos a estar de todas, todas. ¡Así que voy a empezar a creer en algo desde ya! Ardua tarea me espera.
ResponderEliminarSaber cuándo vamos a morir... uff, gracias a Dios, o a quien sea, ni lo sabemos, ni lo vamos a saber nunca. Excepto en algunos casos, pero la información te llega demasiado tarde, cuando te queda poca salud, por lo tanto para nada vale, ya que el "Carpe Diem" no lo vas a poder disfrutar y lo de quedarte "helado" está a punto de ser literal.
Puestos a elegir frase -aunque espero que no se cumpla, obviamente-, me quedo con Blasa: - ¡Ay, Señor, llévame pronto! (léase con entonación de Blasa, claro).