Esta ha sido la semana de las diferencias norte-sur. Empezó el lunes, en clase de Programación Audiovisual, en la que el profesor nos estuvo hablando de como influían las variables sociodemográficas regionales en los gustos televisivos.
"De Madrid para arriba,
las cosas son muy distintas", afirmó. Yo no pude más que asentir. Como mínimo, de Madrid para arriba, no nos comemos la mitad de las letras para hablar y distinguimos perfectamente la s de la c.
También me lo dijo una compañera una vez, a propósito de las murgas carnavaleras: "a ti te harán gracia, porque te ríes con
cualquier cosa, pero a la gente del norte no le suelen gustar porque no tienen
el mismo sentido del humor".
El martes, vuelta a lo mismo con Programación Audiovisual, pero esta vez, hablando sobre el clima. Para los que estamos acostumbrados a los veranos norteños, resulta muy extraño que en
agosto la hora de salir de casa y exponerse a un mundo sin aire acondicionado empieza a partir de las
ocho de la tarde y dura hasta la madrugada.
Me recuerda al Ramadán en Marruecos, que concidió en octubre mientras estaba en Melilla y hacía que la vida social comenzase
después de ponerse el sol. Las familias en pleno salían a la calle a pasar la noche, para estar simplemente
sentados en un banco, comiendo pipas o tomando refrescos, después de haberse dado una cena digna de nuestra Nochebuena.
Más tarde, un compañero me habló de las diferencias que él había encontrado entre "los del norte" y los extremeños. Ya no me meteré en la inexistencia de las fiestas de prao o la afición a Andy y Lucas y derivados, pero... ¡aquí no saben lo que es jugar al duro!
¿Cómo han pasado su adolescencia entonces? No sé si debería poner estas cosas, que mamá lee el blog.
Y hoy por la mañana, de nuevo el mismo tema. Esta vez fue e
n la óptica. Me he comprado unas gafas nuevas (carísimas, como siempre) y mientras me graduaban la vista, me puse a charlar con la oculista (ya sabéis, mi incontinencia verbal me hace entablar conversación con quien se me ponga por delante).
Resulta que la chica había pasado su infancia y adolescencia
en Tineo y reconoció mi acento casi de inmediato. Así que se puso a hablar de Asturias y de como sus mejores amigos son asturianos.
"Si me permites un consejo, aquí no te va a costar mucho encontrar gente para salir de copas o tomar algo por ahí, pero
te va a costar mucho hacer amigos, amigos de verdad", me dijo. ¿Son más cerrados los extremeños que los asturianos? ¿Menos dados a dar intimidad?
No lo sé, pero mi experiencia no lo desmiente. Porque en medio año en Asturias hice muy buenos amigos, con los que se que puedo contar y en todo el tiempo que llevo aquí, apenas puedo decir que conozco a gente con la que tomar un café entre clase y clase.
Para vosotros, que sabéis quienes sois
Funcionario dice que los asturianos somos un poco como los judios. Nos reconocemos de alguna manera misteriosa cuando estamos por el mundo y
tendemos a agruparnos unos con otros, como si no hubiera nada mejor que Asturias. También lo dice mi suegra, pero en un tono ligéramente despectivo.
Cuando estábamos en Melilla y él se sentía más asturiano de adopción, hizo un par de amigos policías que eran de Gijón. Y enseguida montaron una
cena de gente de Asturias (y asimilados) y empezaron a hablar de recuperar el Centro Asturiano.
Sin embargo, con los años yo he ido aprendiendo justo lo contrario.
Nos unen más cosas de las que nos diferencian, y ni siquiera tiene que ver con la lengua que hablamos. Es una cuestión de costumbres y forma de ser.
El hermano de Funcionario, que está haciendo un máster en París, dice que, al final, nuestro carácter es el carácter latino (palabra que tiene que hacer que los italianos se mosqueen) y que, sin duda, lo prefiere.
A la hora de divertirnos, lo hacemos mejor.
¿Vosotros que pensáis?